A simple vista no se ve. Es pequeña, escurridiza y silenciosa. Tanto que se la creía extinguida en Tucumán hace décadas. Pero no: escondida en los árboles o creciendo en el agua... está. La rana marsupial tucumana resiste a pesar del cambio climático, aunque cada vez con mayor dificultad. De no ser por un proyecto de conservación, ya no quedarían ejemplares.
Mide entre tres y cinco centímetros. Nada más. Existe solamente en Tucumán y en Catamarca. En nuestra provincia vive en las laderas de la Sierra del Aconquija, de la Sierra de Medina y de la Sierra de Taficillo. No se conoce nada de su biología, de su ciclo de vida ni mucho menos de su conservación, porque es casi imposible verlas adultas.
“Todas las poblaciones de anfibios hoy están amenazadas. Esta, puntualmente, está catalogada en rojo, porque al no haber censos y no poder encontrar individuos, no podemos saber cuántas hay”, explica a LA GACETA la veterinaria Elena Correa, a cargo del proyecto de conservación de la Rana Marsupial de la Banderita, que se realiza desde hace tres años en la Reserva Experimental de Horco Molle.
Lo que hacen allí es identificar los lugares donde las ranas dejan sus renacuajos, los recogen y los crían en una habitación acondicionada para ese fin, para luego ser reintroducidas en el lugar de retiro. Pero hay muchas cosas que pueden salir mal: “son muy sensibles. Cualquier cambio les ocasiona la muerte, y al ser tan chiquitas, es muy limitante el tratamiento que uno puede hacer -indica-; la mayoría de los anfibios, por ejemplo, son muy sensibles a desodorantes y a químicos. Un perfume los puede matar”.
Sensores
Se reproducen cuando el macho fecunda los huevos y los deposita en una bolsa que la hembra tiene en su espalda (de ahí lo de “marsupial”). Esos huevos son luego liberados en charcas, que es donde se crían hasta la metamorfosis. ¿El problema? El agua se evapora cada vez más rápido.
Recientemente la ONU Medio Ambiente publicó un impactante estudio que deja al descubierto cómo el cambio climático está modificando el calendario de etapas del ciclo vital biológico y perjudicando la reproducción y la supervivencia de las especies animales y vegetales. Lo traigamos a este caso: la rana marsupial necesita de sitios húmedos para su metamorfosis. Ahora, si estos lugares se secan antes de la época de apareamiento (ocurre de noviembre a marzo) o durante la cría de los renacuajos, será difícil que la población crezca o sobreviva. Y eso es lo que está pasando.
Además, el hongo quitridio amenaza la especie y es también fruto del cambio climático. “El aumento de las temperaturas hizo que este hongo pueda estar en ambientes en los que antes no estaba. Y eso logró que las poblaciones empiecen a disminuir”, advierte Correa.
Que esta rana marsupial (que como ya sabemos es única) esté en peligro es una advertencia sobre la situación ambiental. “Al ser tan sensibles a los cambios, hay que prestarles atención a los anfibios para saber el estado del ecosistema. Son sensores; y por el cambio climático las poblaciones están desapareciendo”, asegura la experta.
Repoblando
Con el proyecto de conservación de la Reserva se han hecho grandes avances en el crecimiento de sus poblaciones. Del último retiro que se hizo, ya se reintrodujeron más de 70 individuos en las últimas semanas, y se espera que en los próximos días puedan liberarse más. Probablemente, ninguno de estos renacuajos habría llegado a convertirse en rana en los cerros, sin la intervención de los científicos que las cuidan. “Miembros del equipo subieron un día, vieron las charcas y tomaron datos. Al otro día, cuando fueron a recoger los renacuajos, el charco ya estaba casi seco”, relata.
El proceso es lento. Una vez en la Reserva, los renacuajos viven en grandes peceras hasta que se crían. La metamorfosis dura entre un mes y un mes y medio. “Una vez que pasan de renacuajo a ranita pesan 0,5 gramos”, ilustra Correa.
Subsidio
Los ejemplares viven en una habitación acondicionada con aire fresco y son alimentadas con insectos y plantas. “Gracias a un subsidio de Amphibian Ark (una asociación internacional dedicada a la preservación de anfibios) hemos podido crear esta habitación donde las cuidamos, poner filtros de agua y mejorar los estándares de salud -expresa-; también pudimos crear un espacio para criar cucarachas y otros insectos, para poder darles comida segura, que no tenga enfermedades”.
Gracias a los subsidios también pudieron crear un terrario, que es una instalación (en este caso, una gran pecera) que reproduce a la perfección las condiciones de hábitat de estos animales. Es un gran avance porque permitirá conocer su ciclo de vida completo. “Hasta ahora no hay información de base. Sólo podemos comparar con especies similares, pero no es del todo preciso -dice-; por ahí se estudian otras cosas y no puntualmente su biología y su conservación; y para conservar hay que conocer”.
Correa explica que con este terrario podrán no sólo ver cómo se desarrolla su vida (viven hasta ocho años en cautiverio), sino podrán conocer más sobre su ciclo reproductivo para poder mantener en el futuro poblaciones viables y liberables.
Además -adelanta Correa- el nuevo terrario estará incluido dentro del recorrido de La Reserva a partir de ayer: ejemplares jóvenes pasarán sus días allí y podrán ser observados durante todo el ciclo de su vida también por los visitantes.
Eso no es todo. Garantizar el futuro de estas ranitas y de otras especies en peligro de extinción requiere de un esfuerzo conjunto. Tomar conciencia del daño a nuestros ecosistemas es un paso importante. “En los lugares que se encuentran, como Tafí del Valle o en Los Sosa, la contaminación, la basura y los animales han hecho que la sobrevida de estos renacuajos sea baja -alerta-; es importante que la gente tome conciencia sobre la contaminación. No hay otro camino; la decisión debe ser colectiva”.